Entrevista a Jannis Kounellis
El artista de origen griego se reafirma en la estética, el concepto y la realización que fundamentaron el povera. Sus nuevas piezas se exhiben en Galicia y Barcelona
JOSÉ LUIS ESTÉVEZ
Conversar con Jannis Kounellis (El Pireo, 1936) no es un ejercicio sencillo porque al artista que fue uno de los nombres emblemáticos del arte povera le gusta lanzar mensajes en diferentes direcciones sin conexión aparente. Sin embargo, sus ideas son muy válidas para explicar lo que sucede actualmente en el arte contemporáneo y cuáles son los desafíos a los que debe enfrentarse el artista en un nuevo mundo dominado por la tecnología. Pese a que las nuevas obras que presenta en la Fundación Caixa Galicia de Santiago de Compostela pueden sorprender por contener elementos inéditos en su trayectoria, Kounellis señala que en el fondo sigue moviéndose por la misma motivación que en sus primeros tiempos. Mesas viejas, clavos, telas o paneles de acero son algunos de los elementos que utiliza en sus nuevas piezas, que siguen manteniendo la esencia poética que caracteriza a la mayoría de sus trabajos.
- PREGUNTA. ¿Cree que el arte está perdiendo su capacidad para emocionar pese a que cada vez es más accesible a la gente?
- RESPUESTA. El espacio donde se presenta la obra de arte es muy importante. Recuerdo cuando vivía en Alemania y junto a mis compañeros de generación aprovechamos cualquier lugar para organizar una exposición. Se trataba no sólo de exponer allí nuestros trabajos, sino también de crearlos en el mismo lugar donde iban a presentarse. En los años setenta, en Roma, llegamos a organizar una exposición en la habitación de un hotel. Los grandes espacios ofrecían la posibilidad de ampliar las ideas que uno tenía a la hora de crear una obra. Una vieja escuela, una antigua fábrica o un hospital podían ser lugares muy apropiados para exponer una pieza. Hoy, en cambio, las indicaciones del mercado están cambiando la propia fisonomía del artista. El problema del mercado siempre ha estado presente en el arte pero ahora se ha agudizado porque ha conseguido cambiar la propia naturaleza del artista. La globalización no tiene en cuenta la identidad de cada uno, sólo presta atención al producto que se presenta.
- P. A lo largo de su larga trayectoria, ¿ha cambiado su motivación a la hora de enfrentarse a una obra?
- R. Al poco tiempo de llegar a Roma realicé un trabajo en el que tuve a Beckett como inspiración y una de mis últimas obras también trata sobre él. Esto significa que en lo sustancial nada ha cambiado, lo que sí ocurre es que he precisado el discurso. Empecé a trabajar en la época posterior a la Segunda Guerra Mundial cuando los límites entre los distintos países estaban muy marcados, no como ahora cuando son más débiles. Yo soy hijo de un tiempo en el que no se podía viajar a donde querías con tanta facilidad como ahora. Hablar de un lenguaje universal es algo abstracto, no implica a los demás. Lo universal no existe en el arte, sólo existe en la Bolsa. Cada artista está condicionado por el lenguaje y las peculiaridades de su país de origen y hay que partir de un lenguaje para encontrar a los demás porque si no se crea una realidad fantasmagórica. No se consigue nada si pintamos un cuadro en Irlanda y lo exponemos en China, en un contexto totalmente ajeno al que fue creado. En Europa no tenemos derecho a olvidar nuestra tradición artística. ¡Cómo vamos a olvidar el Renacimiento!
- P. Las nuevas tecnologías están muy presentes en el arte actual. ¿Hay peligro de que acaben destruyendo la esencia del objeto artístico?
- R. La tecnología es un medio que unas veces puede introducirse en el trabajo del artista y otras no. No todo puede pasar por el ordenador, sólo ciertas cosas. Para mí el peso es el inicio de un discurso y la polarización de un espacio. Un kilo de carbón es el inicio de la polarización de un espacio y este peso me permite avanzar en lo que para mí se ha convertido en una obsesión por ser libre. Le pongo otro ejemplo, el cuadro de Picasso Las señoritas de Aviñón y la fragmentación de las figuras que contiene. Me interesa mucho más la hipótesis que se desprende de este cuadro que el totalitarismo que nos ofrece la televisión. De todas formas, es difícil saber cuándo nace realmente la modernidad, ¿fue con la Contrarreforma o con la Ilustración?
- P. Usted siempre se ha definido como un pintor, aunque la mayoría de sus obras se alejan de la concepción clásica de la pintura. ¿Le interesa el debate sobre la supervivencia o muerte de la pintura?
- R. La pintura es una naturaleza, es una lógica. Hay pintores decorativos que pintan muy bien pero no me puedo identificar con las obras que hacen; en cambio, artistas como Goya o Caravaggio forman parte naturalmente de mi paisaje mental. La pintura es un concepto muy vasto en el que entran elementos como la teatralidad o la presencia del drama. En resumen, la pintura es un concepto fundamental.
- P. ¿Ha conseguido la mercantilización del arte enterrar por completo su vertiente política?
- R. El aspecto político del arte no es necesariamente ilustrativo. El artista no trata de hacer un concepto ilustrativo de una ideología. El dadaísmo o Jasper Johns, por poner dos ejemplos, son políticos en ciertos aspectos aunque no se aprecien a primera vista. Para mí la política en el arte forma parte de la libertad para hacer un cuadro.
- P. ¿Cómo influye el espacio cuando se enfrenta a la realización de una obra?
- R. Los artistas renacentistas pintaban en las iglesias, en espacios públicos, y no es posible olvidar esta tradición. Por ejemplo, me gusta el espacio donde presento mi obra aquí en Santiago de Compostela porque se trata de una ciudad y un edificio con un ambiente muy particular. El inmueble alberga un antiguo pozo y eso es un elemento importante a la hora de realizar las obras. Es fundamental que en las piezas se perciba el peso del lugar en el que están colocadas. Hay que adaptarse a las condiciones del lugar en el que vas a realizar el trabajo y ser capaz de crear un espacio para tu obra.
Jannis Kounellis. Fundación Caixa Galicia. Vilar, 19. Santiago de Compostela (A Coruña). Hasta el 6 de abril. Galería Carles Taché. Consell de Cent, 290. Barcelona. Hasta el 6 de abril.
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