Arte: Tiempo sin historia

Para muchos artistas contemporáneos, el pasado se ha convertido en objeto de una nueva indagación y ocupa un lugar similar al que tuvo el futuro para las vanguardias del siglo XX
Desde los primeros años del siglo XXI, existe un renovado interés de los artistas visuales, críticos y curadores por el concepto de tiempo. En esta dirección, el Centro Georges Pompidou presentó, en enero de 2000, la exposición Le Temps, vite! ( ¡El tiempo, rápido! ), con cuatrocientas obras entre las que figuraban trabajos de Rebecca Horn, Gordon Matta-Clark, Dennis Oppenheim y Gerhard Richter. Los temas, divididos en doce secciones, abarcaban desde la astronomía, los calendarios, las lenguas y los instrumentos científicos hasta el tiempo subjetivo.

En 2005, la Bienal de Lyon (Francia), con la curaduría de Nicolas Bourriaud y Jérôme Sans, estuvo dedicada a "La experiencia de la duración". En el programa curatorial era evidente la herencia de las teorías del pliegue y el rizoma de Gilles Deleuze y Felix Guattari: "El tiempo deja de progresar como deja de ser irreversible. Las antiguas raíces vuelven a ser de actualidad: todo es contemporáneo".

En fecha reciente, con la dirección de Bourriaud, se inauguró en Murcia (España) una dilatada exposición con el título Estratos (palabra con resonancias arqueológicas). En el texto de presentación, el curador señala que "el pasado se ha convertido en el objeto de una verdadera interrogación". En el futuro están la amenaza de la catástrofe ecológica y el descreimiento en las utopías políticas. Todo parece anular la representación del mundo en formación; algunos artistas entienden que el pasado hoy posee un lugar similar al que tuvo el futuro para las vanguardias del siglo XX.

Con la problemática del tiempo aparece en la crítica de arte el término "heterocronía": la historia no es una sucesión temporal, sino una simultaneidad en la que el pasado, el presente y el futuro coexisten en el mismo instante. De este modo, en las prácticas artísticas cohabitan diversas temporalidades: anacronismos, retornos, caminos perdidos, convivencias.

Entre los precedentes más significativos de las heterocronías se destacan las obras del norteamericano Robert Smithson (1938-1973) y las de los alemanes Hilla Becher (1934) y Bernd Becher (1931), quienes desde fines de los años cincuenta registran fotográficamente edificios y plantas industriales, depósitos, minas, fábricas y otras construcciones, cuyo abandono y progresivo deterioro configuró un nuevo paisaje de arqueologías posindustriales.

En esta vía, no deja de ser paradigmático El perro de Pompeya, de Allan McCollum (1944, Los Ángeles), producido en colaboración con el Museo Arqueológico de Nápoles. Las 150 piezas idénticas que componen la instalación fueron realizadas con un molde de yeso del famoso "perro encadenado", doblado sobre sí mismo, que murió bajo la capa de piedra y cenizas durante la erupción del Vesuvio en el 79 después de Cristo.

Por su parte, Rachel Whiteread (1963, Londres) realiza esculturas que resultan del vaciado de objetos cotidianos y de espacios arquitectónicos. Es notoria la similitud del método utilizado por los arqueólogos que, en el siglo XIX, vaciaron en yeso la oquedad dejada por el perro de Pompeya. En 1993 realizó House, una escultura en la vía pública elaborada al vaciar en hormigón el interior de una casa victoriana que se levantaba en una calle del East End londinense, a la que luego se le derribó el exterior.

Las fotografías de Dino Bruzzone (1965, Paraná), con edificios y objetos de indudable verosimilitud, fueron tomadas de pequeñas maquetas en escala, cuidadosamente construidas por el artista sobre la base de documentación fotográfica. Con este método arqueológico realizó, en 2001, la serie Italpark, en la que reconstruye las tazas voladoras, los autos chocadores, el gigantesco pulpo y el Samba que desaparecieron junto con el parque de atracciones que funcionó en el barrio de la Recoleta durante treinta años.

Para la modernidad y las vanguardias (el cubismo, el futurismo, la vanguardia rusa, el neoplasticismo holandés), lo nuevo apuntaba a suplantar el pasado que representaba la tradición. Por su parte, la posmodernidad (transvanguardia en Italia, neoexpresionismo en Alemania) devaluó la visión modernista del arte: ya no era el carácter de "avanzado" o novedoso lo que calificaba a una obra. Hoy, algunos artistas buscan la manera de interrogar los estratos del pasado. "La historia -escribió Bourriaud- es la caja de herramientas que hay que usar ante la amnesia que se impone globalmente".


Por Jorge López Anaya
Para LA NACION - Buenos Aires, 2008

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