El arte como obra pública que finalmente es para todos

En el transcurso de los últimos 15 años, la escultura pública –es decir, objetos estáticos y frecuentemente figurativos de diversos tamaños, montados en espacios públicos al aire libre– se ha convertido en una de las áreas más emocionantes de los esfuerzos del arte contemporáneo, y definitivamente la que ha mejorado de manera más drástica.

Por: Roberta Smith para The New York Times y Clarín



El arte adora los vacíos. Es por eso que estilos, géneros y medios que han sido dados por muertos por una generación, con frecuencia son resucitados por otras posteriores. En los 60 y los 70, la escultura pública fue la mayor baja del arte contemporáneo.

El cadáver básicamente tomó la forma de arte público corporativo pseudo minimalista, ignorado por el público en general y despreciado por el mundo del arte. En ese entonces, muchos de los escultores emergentes más talentosos estaban haciendo cualquier cosa, menos esculturas. Las instalaciones efímeras, las obras de tierra y las obras permanentes específicas para un sitio estaban de moda, y pronto la frase misma "escultura pública" había sido sustituida por arte público, una categoría nueva y amorfa en la que el arte podía ser casi cualquier cosa: letreros equipados con diodos emisores de luz, anuncios panorámicos, proyecciones de diapositivas o videos, acciones callejeras, juegos de cascadas.

Sin embargo, en menos de dos décadas el arte público se volvió en una de las áreas más emocionantes del arte contemporáneo, y definitivamente en la rama que creció de manera más drástica.

Los éxitos muestran la capacidad del arte para llegar a públicos más amplios (al tiempo que satisface a su principal público) y crear una experiencia comunitaria que de alguna manera es similar al cine o la música popular en su accesibilidad.

Entre algunos éxitos recientes figuran "House", de 1993, de Rachel Whiteread, un molde tomado en concreto del interior de una casa londinense; "Ecce Homo", de 1999, de Mark Wallinger, una figura tamaño natural de Jesús coronado con espinas, con las manos atadas, parado en medio del barullo de la Plaza Trafalgar, en Londres; el perverso Buda de hoja de aluminio y platino, de Takashi Murakami, exhibido en primavera en el atrio del edificio de IBM, en Nueva York; y la abstracta "Cloud Gate", apodada "el Frijol", de Anish Kapoor, en el Parque Millenium, en Chicago. Mezclando libremente elementos de pop, minimalismo, arte conceptual y realismo, estas piezas con frecuencia también se benefician de nuevas tecnologías y materiales que las hacen dinámicas y provocativas.

La gigante gota de acero brillante que es el Frijol de Kapoor convierte al uso de las superficies reflejantes de este artista, a veces simplista, en una experiencia envolvente al mismo tiempo cómica y casi sublime. Desde afuera, el exterior curvo del Frijol proyecta reflejos distorsionados de su mundo "la plaza, el cielo, la ciudad, la gente" hacia nosotros. Parece más grande de lo que es al hacernos parecer más pequeños a nosotros, aunque sus distorsiones cambian.

Nadie ha sido más importante para el resurgimiento del arte público que Jeff Koons. Fue su
"Puppy" gigante, un perro terrier West Highland cubierto de tierra y plantado densamente con flores, exhibido por primera vez hace 16 años, el que expresó más fuerte y claramente que la escultura pública no era ni una forma de arte agotada ni necesariamente una simplificada.

En julio de 1992, "Puppy" estuvo instalada en la plazoleta de un gran palacio barroco color mostaza, en Arolsen, Alemania. Lo que los espectadores descubrieron fue una sencillez, una accesibilidad y un placer impactantes. "Puppy" era intensamente adorable, al despertar un encanto que hacía reír y expandía la idea de la capacidad humana de sentir alegría. Era un cliché conocido y sentimental, revivido con una pureza extravagante, no con materiales duraderos como el mármol o el bronce, sino con la naturaleza en su aspecto más colorido y frágil.

"Puppy" impuso un estándar alto que Koons no logró volver a alcanzar hasta sus obras recientes de reluciente acero inoxidable alto en cromo, particularmente su gran huevo roto y sus recatadas, pero eróticas, esculturas "Balloon Dog" o "Perro de Globo". "Balloon Dog (Yellow)" se encuentra en el techo del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. "Balloon Dog (Orange)" está entre los puntos más destacados de una exhibición de Koons, en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago.

Esa exposición es casi un manual de lo que se debe y no se debe hacer en la escultura pública. Las mejores de sus 60 piezas son tan irresistibles como "Puppy": uno se siente atraído a ellas por su familiaridad, sólo para darse cuenta de que no tienen precedentes.






http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2008/09/01/_-01750871.htm

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