Vecindad con la Historia
Recién terminada su gran exposición retrospectiva en el MOCA, Los Ángeles, que resume cuarenta años de trabajo artístico -una muestra que hasta el pasado febrero pudo verse en el Whitney Museum, Nueva York-, Lawrence Weiner inaugura esta propuesta, pensada expresamente para Málaga y su centro de arte. Los cuatro grandes textos y los tres dibujos-mapas no tocan directamente el problema de la inmigración ni los variados registros de la alternancia de afinidades y rechazos que anudan las dos orillas del Estrecho. Adoptan, inteligentemente, un punto de vista más general que señala Málaga como punto de cita de culturas (fenicios, griegos, árabes) que dejaron allí su huella (del comercio de la sal a los cultivos en terrazas de la Axarquía), camino abierto a Córdoba, capital del califato, y lugar por tanto de idas y venidas, intrusiones y expulsiones, de los otros. En tal sentido, el título de la exposición es significativo: Siempre y un día sugiere, en efecto, una relación permanente e inevitable de vecindad y mestizaje que combate la ilusión de las narraciones históricas lineales y concibe el acontecer entre el eterno retorno y el regreso de lo reprimido.
Temo que al resumir así la muestra no esté haciendo justicia a la obra de Weiner, aunque quizá facilite las cosas al espectador. Weiner (Nueva York, 1942) rechaza cualquier restricción del sentido de la obra que pueda resultar impositiva. Sería un comportamiento autoritario. De ahí que sus textos se diferencien de la poesía tradicional y de las concepciones de la primera filosofía del lenguaje que tanto interesó a Kosuth. De la poesía tradicional se distancia porque no busca en el lenguaje la belleza ni la alusión cargada de ecos emocionales. Del primer Kosuth y de su reflexión sobre el significado se separa porque para Weiner el lenguaje es una trama sin límite y en continuo crecimiento en la que nos movemos y con la que podemos hacer cosas, tanto el artista como el receptor. De ahí que sus obras sean abiertas y busquen la intervención del espectador. Tratar de reducirlas a cualquier significado fijo, intentar llevarlas a la univocidad, sería traicionarlas.
Esta propensión a la intervención del espectador plantea ciertos interrogantes sobre la muestra. Es evidente que las obras de Lawrence Weiner, los grandes textos en inglés, castellano y árabe, convierten la gran sala en un recinto de reflexión que no llega a alterar la traducción menos afortunada de alguna expresión. Es cierto que impulsan no sólo a intervenir en el lenguaje sino a imaginar cómo los entenderá el otro sujeto de habla. Pero la trayectoria de Weiner, sus intervenciones en muy diversos soportes artísticos y el alcance que tiene en nuestra época el giro conceptual del arte, del que él fue uno de sus iniciadores, son otras tantas razones para contextualizar de modo más generoso la muestra, bien con algunos de sus vídeos, sus libros (que él concebía como obras) o con documentación sobre su trabajo. Es una limitación que tiene la muestra, a la que tampoco favorece demasiado convivir con los grandes lienzos encargados a Sorolla por la Hispanic Society que, aunque con entrada por la puerta lateral del centro, ocupan casi la mitad de éste.
Pese a estas dificultades, la decisión de Weiner de abandonar su barco en algún canal de Ámsterdam para intervenir en Málaga ha sido más que beneficiosa aunque siga siendo verdad que las cosas siempre pueden hacerse mejor.http://www.elpais.com/articulo/arte/Vecindad/Historia/elpepuculbab/20080906elpbabart_7/Tes/
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