Conversaciones con el paisaje
Entrevista. Richard Long, pionero del Land Art, habla en su breve visita a Buenos Aires de las marcas que su arte deja en la superficie de la Tierra.
POR ANA MARIA BATTISTOZZI
En el verano de 2012 Richard Long empacó su mochila y emprendió una larga marcha de 18 días por las montañas de Tupungato y el Cordón de Plata, en Mendoza. Desde la década del 60 caminar ha sido el eje de sus estrategias de producción artística. De él derivan todas las demás, que pueden ser intervenciones en el paisaje con los materiales que encuentra en la naturaleza –piedras, algas, cortezas–, registros fotográficos de esas intervenciones, dibujos o reflexiones escritas sobre esas experiencias que a su vez asumen distintas estructuras visuales. En todos los casos sus obras traducen una íntima compenetración con la naturaleza.
En 1967 tenía 22 años cuando caminó y caminó hasta dejar la marca de una línea en el césped. El registro fotográfico de aquella esforzada acción que transformó el paisaje se llamó A line made by walking (una línea hecha al caminar) y es una imagen seminal de lo que se conoce como land art o, dicho de otro modo, arte conceptual a cielo abierto. El sentido ulterior de esa obra quizá explique las razones que llevaron al curador suizo Harald Szeemann a incluirlo dos años después en la histórica exhibición When Attitudes Become Form, recreada por la Fundación Prada en la última Bienal de Venecia. De ella participaron los entonces jóvenes Joseph Beuys, Dennis Oppenheim, Michelangelo Pistoletto, Jannis Kounnellis Richard Serra, Carl Andre y Walter Demaría, entre otras figuras históricas del minimalismo y el arte conceptual que definirían los 70. Para aquella muestra fundacional en la Kunsthalle de Berna en 1969, Long realizó una caminata por los Alpes y luego la reflejó sólo en palabras.
Desde entonces la obra de este artista ha tenido lugar en los sitios más remotos y solitarios y ha asumido las formas más diversas. A veces sólo fue la marca de una cruz de algas en las costas de Irlanda; una larga huella sobre la nieve; un círculo de troncos y ramas en Alaska o un círculo de piedras junto al Aconcagua. No es la primera vez que Long camina suelo argentino. En 1998 estuvo en el glaciar Perito Moreno y en Tierra del Fuego pero, aunque su presencia pasó inadvertida y no se tradujo como ahora en una exhibición, hizo una obra llamada To Light a Fire (encender un fuego). Otras experiencias le antecedieron en Bolivia, Perú y Chile en 1972 y dieron como resultado un libro de dibujos y obras de similar tenor.
En esta ocasión la caminata de Mendoza, realizada con vistas a la exposición que abre hoy en el Faena Arts Center se complementa con una exploración en el Paraná, de la que el artista extrajo el barro para la intervención de la fachada del edificio Los Molinos ,en Puerto Madero. Todo a partir de la invitación formulada por Ximena Caminos, curadora de lo que el FAC exhibe del artista.
Sin duda, la experiencia de las intervenciones a cielo abierto es radicalmente distinta de lo que puede mostrarse puertas adentro. Abordamos con Long esta cuestión y le preguntamos cómo concibe cada instancia en cada ocasión.
–Puertas adentro es donde muestro la obra al público. Tengo varias estrategias para mostrar mi trabajo. Así como puedo hacer una obra en barro que podría durar cien años en el exterior o una intervención en el interior, puedo hacer fotografías, un libro de dibujos y textos. La obra de texto es distinta de la poesía. Puedo trabajar un texto como puedo hacer una línea de piedras, con una línea de palabras. Es lo mismo. Yo soy un artista. Así como para los científicos y los matemáticos el medio siempre se está reinventando, yo tengo distintos medios para construir mi trabajo y distintos medios para mostrarlo.
–¿Cómo elige el tamaño de sus fotografías?
–Es una buena pregunta. No lo sé. Es la elección que uno hace. Trabajo con una cámara estándar 35 mm. No es mi intención ser un buen fotógrafo. La función de estas fotos es constituir un documento. Las obras fotográficas alimentan la imaginación. El espectador debe imaginarse la situación, Los Andes, el entorno. La escultura, en cambio, alimenta los sentidos. Pero en todo debe haber belleza; en los textos, en las obras en barro, porque es arte. Es sobre la belleza de las piedras y la belleza de las rocas. Toda mi obra es hecha por mí. Encuentro un placer especial en trabajar con las manos y una de las características de todas las vertientes de mi trabajo es el compromiso físico.
–Caminar es claramente un ejemplo. ¿Qué sentido asume el caminar para que tenga tal centralidad en su obra?
–Es una actividad elemental y antigua. Puedo hacer una obra con las huellas de mis pisadas en el Sahara o una que surja de dispersar o agrupar piedras. La originalidad de mi trabajo está en los lugares que elijo para hacerlo. En Suiza realicé una escultura con mis pisadas. Caminar para realizar una obra no es lo mismo que caminar para desplazarse. Y las ventajas de caminar son muchas. No cuesta dinero, es un placer personal, es una forma de conocer lugares y es también una metáfora de la historia de la humanidad. Mi última caminata fue desde la Mezquita de Córdoba, en España, hasta la Catedral de Santiago de Compostela. Al caminar estaba estableciendo una relación entre lo musulmán y lo católico.
–¿Hay en esto algo de las tradiciones medievales?
–Podría ser. Pero no tiene nada que ver con el peregrinaje. Está allí la idea contemporánea del arte como un viaje. Yo caminé Irlanda de costa a costa y coloqué una piedra al cabo de cada milla. Esas piedras aún están. Es una presencia muy real y física. La parte conceptual que lo transforma en arte quizás tiene que ver con el tiempo y el espacio.
–¿Cuándo decidió desechar los materiales tradicionales del arte en su obra?
–Creo que en 1964, cuando hice una bola de nieve y abrí un sendero en la nieve. Eso ya era afuera del estudio y ciertamente no eran materiales considerados artísticos.
–¿Pensó alguna vez que lo suyo apuntaba a una ruptura con la tradición del paisajismo inglés o a conectar con la tradición científica? Me refiero al extendido coleccionismo inglés de piedras y especímenes de la historia natural.
–No, cuando uno tiene 17 años simplemente hace lo que le parece que es una buena idea. Claro que estaba familiarizado con la historia del arte y puede haber una relación impensada pero básicamente se trataba del presente.
–¿Trabaja solo?
–Sí, siempre. A Mendoza fui en ómnibus y viví en una carpa en las montañas, varios días. Estar solo es bueno y muy positivo.
FICHA
Richard Long; Mendoza Walk
Lugar: Faena Arts Center, Aime Paine 1169
Fecha: hasta el 28 de julio
Horario: sábados, domingos y lunes, 12 a 19
Entrada: $ 40; lunes, gratis; menores de 12, gratis; jubilados, mayores de 65 y estud, $ 20
http://www.revistaenie.clarin.com/arte/Richard_Long-Conversaciones-paisaje_0_1165083524.html
Comentarios