El hombre que convirtió su caminata por la Cordillera en obras de arte
Durante 18 días, el artista recorrió a solas los Andes mendocinos. Allí vio, sintió, dejó huellas y sacó fotos.
POR MERCEDES PÉREZ BERGLIAFFA
Impacta ver al histórico artista inglés Richard Long trabajar concentrado en sus obras como un monje ermitaño a pocos metros del microcentro porteño, en medio de las salas del Faena Arts Center. Y quizás verdaderamente lo sea: en el ostentoso edificio, Long acomoda –modesta y silenciosamente–, sus cortezas de pino misionero sobre el piso, le echa una mirada rápida al gran mural de barro (creado con tierra del Delta de Tigre, pintado sin pinceles, directamente con las manos), relee los textos que escribió, observa sus fotografías. Estas piezas conforman Mendoza walking, la exposición que se expone en el Faena y que fue creada durante dieciocho días de caminata solitaria por los Andes mendocinos. Se trata de la primera vez que el inglés muestra un conjunto de sus obras en Sudamérica (anteriormente había mostrado sólo obras individuales, como la de la Bienal de San Pablo de 1994). Y realmente la exhibición del Faena es para no perdérsela: hay un solo Richard Long, irrepetible y fundante.
Personaje fundamental del land-art –ese tipo de arte que se realiza en medio de la naturaleza, interviniéndola con materiales encontrados allí, también naturales– Long se caracteriza por convertir en obra cierta práctica: la caminata. Es mientras camina en medio de paisajes inmensos y desolados –como el desierto de Gobi, el del Sahara, los valles de Irlanda, las tierras de la tribu Warli en India–, cuando crea sus trabajos. La verdadera obra de arte es, para él, caminar, ir y venir por la misma línea, dar vueltas sobre el mismo círculo, marcar el espacio con ramas, con piedras o con pasos.
La obra es exigirle al cuerpo cierto esfuerzo, comprometerlo. Observar y pensar el entorno. Y esperar a que el paisaje responda.
¿Si tienen algo de ritual estos gestos repetidos? "Sí, tiene que ver con el ritual", responde Long a Clarín. "Me gusta pensarlo así, y aclarar que no soy un chamán. Soy un artista que hace una obra anónima en un paisaje y allí la deja".
Hace años Long detalló: "La creación de mi trabajo no está en las formas comunes –círculos, líneas– que uso, sino en los lugares que escojo para colocarlas".
Lo que ahora puede verse en el Faena es algo así como una serie de recordatorios de las caminatas que realizó en la cordillera, en Mendoza, hace unos días, y de las intervenciones que hizo allí. En la cordillera estuvo solo, con una carpa y una mochila.
Fueron dos semanas por el Aconcagua y tres días por Tupungato. En ese tiempo el artista se desplazó en estado meditativo, caminando en silencio: la práctica requiere repliegue y concentración. "Caminar por la naturaleza despierta muchas sensaciones", detalla Long. "Soy otra persona después de entrar en contacto con el paisaje. Me cambia. Hay un antes y un después del paisaje. Eso pasó con los Andes".
El recorrido que el artista fue formando durante esas caminatas, las circunstancias con las que se encontró, los elementos que descubrió, sus pensamientos, el tiempo de elaboración de las obras, el descubrimiento de espacios nuevos, la sensación de libertad y las intervenciones, todo esto constituye la obra. "Una auténtica comprensión de la tierra requiere más que la construcción de objetos", decía hace algún tiempo el artista. Requiere de "la simplicidad del caminar, la simplicidad de las piedras".
Ahora en el Faena, vemos gigantes círculos concéntricos de corteza de pino; vemos el mural de barro con reminiscencias precolombinas. Y leemos el texto de Long sobre la pared: " De la A a la B/ De la suerte al destino/ Del por qué al cómo/ Del vulcanismo a la escultura/ De la simplicidad a las avalanchas/ De la casualidad a las consecuencias" . Entonces el artista menciona su rezo: "Una buena obra es la cosa correcta en el lugar correcto a la hora correcta. Un lugar de cruce".
http://www.revistaenie.clarin.com/arte/hombre-convirtio-caminata-Cordillera-obras_0_1167483635.html
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