La música del ruido

Por Pablo Gianera
De la Redacción de LA NACION


"En una de mis visitas a Milán, Marinetti y Russolo, un hombre apacible y genial pero con un pelo y una barba salvajes, y Pratella, un cineasta, me hicieron una demostración de su música futurista. Cinco fonógrafos sobre cinco mesas en un cuarto vacío emitieron sonidos digestivos, estáticas, etc." Es curioso que Igor Stravinski recurriera en esta descripción, incluida en sus conversaciones con Robert Craft, al símil orgánico de los ruidos digestivos. Poco de orgánico, y mucho de maquinal, había en las tentativas del pintor y ocasional músico Luigi Russolo, autor hacia 1913 de L´arte dei Rumori, verdadero manifiesto del futurismo musical escrito bajo la forma de una carta a su amigo Balilla Pratella.

Desde siempre, los ruidos ocuparon un lugar en la música; lo que los futuristas pretendían era servirse de ellos como materiales en estado bruto. "En la antigüedad, la vida no era más que silencio. El ruido no nació sino en el siglo XIX, con el advenimiento de la máquina. Hoy, el ruido reina supremo sobre la sensibilidad humana", consigna el manifiesto. Se trataba, sin más, de la conquista para la música de la proliferación de la máquina en las restantes dimensiones de la vida. Había, sin embargo, un método: Russolo pretendía poner en una partitura y regular armónica y rítmicamente los ruidos más diversos. Ruidos que el vanguardista separó en seis grupos: estrépitos, truenos, explosiones; silbidos, siseos, resoplidos; murmullos, gorjeos; gritos, chillidos, zumbidos, crujidos; percusiones sobre metal, piedra, madera, porcelana; gritos animales y humanos, ladridos, risas. Este arte del ruido encontró su realización más perfecta en el Intonarumori, una orquesta-máquina destinada a la producción de ruidos. Tiempo después, Russolo construyó asimismo un rumor armonio, instrumento que, además de ruidos, podía producir microintervalos.

Sin duda, los experimentos con la autonomía del ruido pueden verse como precursores de la música concreta. Allí, en esa supervivencia vicaria en el concretismo, pervive el gesto musical del futurismo. Las composiciones, en cambio, como pasa con muchas obras de las vanguardias, son ahora ruinas, testimonios inhabitables de unos ratos de gloria.

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