Diálogo de poéticas (en Buenos Aires)
Vé, Vete y Vuelve reúne las obras de Diana Aisenberg, Mariela Scafati y Alejandra Seeber en la Alianza Francesa
En la pole position dentro de la cartelera de artes visuales, la Alianza Francesa estrena el 2008 con una programación fuerte y sumamente atractiva al momento de indagar en la esencia de la pintura. Victoria Noorthoorn, curadora de la muestra de León Ferrari en la Bienal de Venecia, hilvanó la segunda serie de trabajos del Ciclo Diálogos con la muestra Vé, Vete y Vuelve que se inaugura el miércoles 16.
La exposición propone una "conversación" de poéticas y reúne a tres artistas consustanciadas con la pintura: Diana Aisenberg, Mariela Scafati y Alejandra Seeber. Los trabajos se centran en una mirada reflexiva en torno a la historia y a la actualidad del óleo esparcido sobre el lienzo, entendido como un proceso de construcción y reconstrucción del la mirada.
Noorthoorn señala que la muestra funciona como el punto de encuentro en los intereses de las artistas, que mantienen búsquedas diferenciadas y que desde hace años investigan con una mirada crítica la complejidad de la pintura; un soporte que desafía al creador contemporáneo desde la relevancia de su historia.
Aisenberg, Scafati y Seeber desmitifican nociones como la de unicidad de la obra pictórica, cuestionan las jerarquías artísticas mediante la utilización de diversos materiales (tela, papel, arquitectura, porcelana, etc.) y desafían los estereotipos que fomentan, incluso, los discursos más contemporáneos.
Tras los agoreros anuncios sobre la muerte de la pintura y en un momento en el cual ésta ocupa un campo expandido, "las artistas desafían el stablishment reivindicando el valor de una técnica milenaria al tornarla propositiva", acota Noorthoorn. "En los tres casos, las artistas desestructuran exponen su gramática, sus elementos y proponen una vuelta a las fuentes, un acercarse sensorial a la vez que una distancia crítica frente al lienzo", lo que redunda en un ir y volver entre el espectador y la obra. Se trata de un derrotero en cuyo trayecto la pintura se desdobla ad infinitum para proponer reflexiones sobre su constitución, su origen, su historia, su rol en el espacio y su ubicación crítica en el mercado del arte.
En la instalación Combo, por ejemplo, Aisenberg arremete con preguntas incisivas sobre el status de la pintura, y su estatura como objeto. Lo hace mediante la disposición de una vasija y un lienzo que dialogan sobre el consumismo en el arte. Se trata de preguntas fundantes, que indagan en el origen de la pintura y en su pertinencia como soporte convencional.
Algo similar sucede con su serie de baldosas pequeños fragmentos que la artista ha convertido en gemas pictóricas que se desdoblan en múltiples sentidos: postulan a la pintura como una continuación del espacio vivencial cotidiano; enaltecen un material innoble como portador de sentido; y, a su vez, completan la última serie de la artista, Niña Ideal . En ella, Aisenberg incorpora las imágenes de diversas niñas cada una con sus cristales como atributos en pleno gesto Renacentista cuyos nombres o títulos de obras remiten a las artistas y mujeres que integran su universo de referencia: allí están Sophie (por Sophie Calle), Susan (por Sontag), y aparecen también Kiki Smith, Clarice Lispector, Silvina Ocampo, Sor Juana Inés de la Cruz, Alejandra Pizarnik, Flavia da Rin, Elba Bairon y Laurie Anderson.
Como una forma de provocación, Mariela Scafati invierte los lienzos para reinventar la pintura. En años recientes, ha deshecho la pintura al proponer una mirada renovadora y crítica sobre la misma. Utilizando cuadros suyos cortados, como "pinturas heridas", la artista los reconstruye mediante costuras, como guiño de una nueva visualidad.
A cada paso, Scafati es cruda, resistente; su gesto, lejos del mohín reverente para con la pintura, es duro y áspero. Los cortes y las costuras, las rectas y las curvas, jamás son impecables sino el resultado de un gesto directo, con convicción, lejos del cuidado del objeto de diseño o del deseado por el consumismo. A cada paso, Scafati se aleja de objeto seriado para proponer una pintura que existe en cuanto objeto, proponiendo una suerte de unicidad democrática. Estos intereses la han llevado a explorar la técnica serigráfica manual sobre wallpaper, incorporando las imperfecciones que surjan, e incluyendo en su montaje sus propias pinturas y platos de porcelana decorados con motivos que remiten a sus pinturas. Con ese "eco" surge un nuevo desdoblamiento de la pintura.
Por su parte, Alejandra Seeber trabaja desde Nueva York desafiando preconceptos. En sus trabajos más recientes, Seeber cuestiona la unicidad del objeto pictórico al proponer "progresiones" de una obra en distintos tamaños, y en la cual repite numerosas veces una misma composición. De este modo, la artista torna imposible la identificación de la propia pintura con un objeto único y cuestiona todo concepto de autoría y originalidad.
Asimismo, la serie responde a su investigación sobre cuál es el tamaño perfecto para una obra. Se trata de un cuestionamiento hacia el valor del mercado de una obra, y la producción "a gran escala".
Mediante la incorporación de un wallpaper que registra una repetición de firmas al infinito papel que luego rasga para incorporar en la obra la presencia del muro por detrás, Seeber se incorpora a la pintura. Se pregunta por la "acción" de la misma mientras pinta interiores para ser ubicados en otros interiores, y así incluye el derredor del cuadro en la pintura.
Es el gesto que realiza cuando "fabrica" una puerta tamaño natural sólo existente en el plano de la pintura para modificar luego el espacio. Este es un ejercicio encargado por Le Corbusier a sus alumnos --ubicar a una puerta en un plano para estudiar cómo lo afecta-- sólo que aquí la puerta es pintura y la realidad, representación.
La exposición propone una "conversación" de poéticas y reúne a tres artistas consustanciadas con la pintura: Diana Aisenberg, Mariela Scafati y Alejandra Seeber. Los trabajos se centran en una mirada reflexiva en torno a la historia y a la actualidad del óleo esparcido sobre el lienzo, entendido como un proceso de construcción y reconstrucción del la mirada.
Noorthoorn señala que la muestra funciona como el punto de encuentro en los intereses de las artistas, que mantienen búsquedas diferenciadas y que desde hace años investigan con una mirada crítica la complejidad de la pintura; un soporte que desafía al creador contemporáneo desde la relevancia de su historia.
Aisenberg, Scafati y Seeber desmitifican nociones como la de unicidad de la obra pictórica, cuestionan las jerarquías artísticas mediante la utilización de diversos materiales (tela, papel, arquitectura, porcelana, etc.) y desafían los estereotipos que fomentan, incluso, los discursos más contemporáneos.
Tras los agoreros anuncios sobre la muerte de la pintura y en un momento en el cual ésta ocupa un campo expandido, "las artistas desafían el stablishment reivindicando el valor de una técnica milenaria al tornarla propositiva", acota Noorthoorn. "En los tres casos, las artistas desestructuran exponen su gramática, sus elementos y proponen una vuelta a las fuentes, un acercarse sensorial a la vez que una distancia crítica frente al lienzo", lo que redunda en un ir y volver entre el espectador y la obra. Se trata de un derrotero en cuyo trayecto la pintura se desdobla ad infinitum para proponer reflexiones sobre su constitución, su origen, su historia, su rol en el espacio y su ubicación crítica en el mercado del arte.
En la instalación Combo, por ejemplo, Aisenberg arremete con preguntas incisivas sobre el status de la pintura, y su estatura como objeto. Lo hace mediante la disposición de una vasija y un lienzo que dialogan sobre el consumismo en el arte. Se trata de preguntas fundantes, que indagan en el origen de la pintura y en su pertinencia como soporte convencional.
Algo similar sucede con su serie de baldosas pequeños fragmentos que la artista ha convertido en gemas pictóricas que se desdoblan en múltiples sentidos: postulan a la pintura como una continuación del espacio vivencial cotidiano; enaltecen un material innoble como portador de sentido; y, a su vez, completan la última serie de la artista, Niña Ideal . En ella, Aisenberg incorpora las imágenes de diversas niñas cada una con sus cristales como atributos en pleno gesto Renacentista cuyos nombres o títulos de obras remiten a las artistas y mujeres que integran su universo de referencia: allí están Sophie (por Sophie Calle), Susan (por Sontag), y aparecen también Kiki Smith, Clarice Lispector, Silvina Ocampo, Sor Juana Inés de la Cruz, Alejandra Pizarnik, Flavia da Rin, Elba Bairon y Laurie Anderson.
Como una forma de provocación, Mariela Scafati invierte los lienzos para reinventar la pintura. En años recientes, ha deshecho la pintura al proponer una mirada renovadora y crítica sobre la misma. Utilizando cuadros suyos cortados, como "pinturas heridas", la artista los reconstruye mediante costuras, como guiño de una nueva visualidad.
A cada paso, Scafati es cruda, resistente; su gesto, lejos del mohín reverente para con la pintura, es duro y áspero. Los cortes y las costuras, las rectas y las curvas, jamás son impecables sino el resultado de un gesto directo, con convicción, lejos del cuidado del objeto de diseño o del deseado por el consumismo. A cada paso, Scafati se aleja de objeto seriado para proponer una pintura que existe en cuanto objeto, proponiendo una suerte de unicidad democrática. Estos intereses la han llevado a explorar la técnica serigráfica manual sobre wallpaper, incorporando las imperfecciones que surjan, e incluyendo en su montaje sus propias pinturas y platos de porcelana decorados con motivos que remiten a sus pinturas. Con ese "eco" surge un nuevo desdoblamiento de la pintura.
Por su parte, Alejandra Seeber trabaja desde Nueva York desafiando preconceptos. En sus trabajos más recientes, Seeber cuestiona la unicidad del objeto pictórico al proponer "progresiones" de una obra en distintos tamaños, y en la cual repite numerosas veces una misma composición. De este modo, la artista torna imposible la identificación de la propia pintura con un objeto único y cuestiona todo concepto de autoría y originalidad.
Asimismo, la serie responde a su investigación sobre cuál es el tamaño perfecto para una obra. Se trata de un cuestionamiento hacia el valor del mercado de una obra, y la producción "a gran escala".
Mediante la incorporación de un wallpaper que registra una repetición de firmas al infinito papel que luego rasga para incorporar en la obra la presencia del muro por detrás, Seeber se incorpora a la pintura. Se pregunta por la "acción" de la misma mientras pinta interiores para ser ubicados en otros interiores, y así incluye el derredor del cuadro en la pintura.
Es el gesto que realiza cuando "fabrica" una puerta tamaño natural sólo existente en el plano de la pintura para modificar luego el espacio. Este es un ejercicio encargado por Le Corbusier a sus alumnos --ubicar a una puerta en un plano para estudiar cómo lo afecta-- sólo que aquí la puerta es pintura y la realidad, representación.
Comentarios