La obra desafiante de Marcel Duchamp invade Buenos Aires
EN LA FUNDACION PROA
La institución de La Boca será el escenario de la muestra histórica del artista francés que comenzará este sábado. Allí se verán sus "ready mades", verdaderos emblemas del arte conceptual.
Por: Marina Oybin
Fundación Proa inaugura nueva sede, y lo hace a lo grande con Marcel Duchamp: una obra que no es una obra de arte, la primera megamuestra individual en América latina del artista que revolucionó el arte del siglo XX y que el público podrá ver desde el próximo sábado en el flamante edificio boquense como había anticipado Clarín en 2007. Ya en los días previos a la inauguración se ajustaban los últimos detalles para dejar a punto el moderno edificio, que se amplió con la compra de dos casas colindantes y cuenta con una librería, auditorio, restaurante y cuatro amplias salas.
La exposición tuvo el apoyo de Jacqueline Matisse, hijastra de Duchamp y nieta de Matisse, quien propuso como curadora a la estadounidense Elena Filipovic. "Jacqueline Matisse estuvo muy involucrada en la muestra, prestó algunas obras suyas y ayudó a convencer a otros coleccionistas para que hagan préstamos", confía Filipovic a Clarín, en una pausa del afiebrado montaje. Es que reunir más de 120 obras del artista (objetos, documentos y fotografías) no fue sencillo. Entre los envíos de colecciones privadas y museos figuran nada menos que el Philadelphia Museum of Art, el Centre Pompidou de París y el Moderna Museet de Estocolmo.
A 40 años de la muerte de Duchamp y a 90 de su misteriosa estadía en Buenos Aires --registrada en el catálogo de la muestra a través de la minuciosa investigación documental de Cintia Mezza--, el título de la muestra alude a una de las preguntas clave que disparó el artista: "¿Puede uno hacer una obra que no sea una obra de arte?" "Todavía los artistas y las instituciones se siguen preguntando qué es una obra de arte y cuáles son sus límites", afirma Filipovic.
La muestra no es una retrospectiva: arranca en 1913, "un punto de ruptura en su obra y en la historia del arte moderno", explica la curadora. Y agrega: "Fue el año en que Marcel Duchamp se convirtió en Marcel Duchamp." Cuando dejó atrás la pintura, después de su rotundo éxito con Desnudo descendiendo una escalera, e inventó el ready made (lo ya hecho). Objetos descontextualizados, desligados de su función original, con los que disparó contra el concepto sagrado de "obra de arte" y puso al artista, quien señala qué es una obra de arte, y al espectador, capaz de desentrañar el sentido de ese complejo señalamiento, en el centro de la escena. En Proa se exhibe Rueda de bicicleta (1913), su primer ready made, la emblemática Fountain (el mingitorio con la firma Mutt, 1917) y dos copias de Portabotellas (1914). "Hizo copias del original para poner en cuestión la idea de obra original", explica Filipovic.
Sin dudas el plato fuerte es El gran vidrio, del que se expone una de las mejores réplicas. Es su obra más importante y la que más interpretaciones desató. Duchamp comenzó a hacerla en 1915 y en 1936 la declaró "definitivamente inconclusa". Para muchos, es una enigmática historia frustrada de amor y erotismo. "Duchamp -dice la curadora- siempre aceptó las distintas interpretaciones que se hacían -desde la alquimia hasta el amor romántico-, porque para él el espectador hacía la obra". Y su riqueza simbólica hace que no se agote: "Todavía muchos se preguntan qué significa", dice.
Una de las perlas de Duchamp son las distintas versiones de Caja en valija --conocida también como "Museo portátil"--, una valija con reproducciones en miniatura de todas sus obras. En Proa hay dos: una perteneció a Andy Warhol, y otra, comprada por Roberto Matta, incluye un autorretrato original de Duchamp, con pelos de su cara y pubis. Siguiendo el recorrido, se puede ver una de sus partituras musicales, las piezas de ajedrez que el artista hizo en su paso por Buenos Aires, dos Giocondas intervenidas y la emblemática foto que su gran amigo Man Ray le tomó vestido de mujer como Rrose Selavy.
"No tiene sentido hacer lo que ha hecho tu padre. No tiene sentido hacer otro Cézanne", había dicho Duchamp interpelando la idea canónica de lo que debe ser el arte. "Es la primera vez que los argentinos tienen la posibilidad de ver esta muestra, y por el esfuerzo que implicó reunir y traer estas piezas, es probable que para volver a verla haya que esperar veinte años", dice la curadora.
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2008/11/20/_-01806668.htm
Fundación Proa inaugura nueva sede, y lo hace a lo grande con Marcel Duchamp: una obra que no es una obra de arte, la primera megamuestra individual en América latina del artista que revolucionó el arte del siglo XX y que el público podrá ver desde el próximo sábado en el flamante edificio boquense como había anticipado Clarín en 2007. Ya en los días previos a la inauguración se ajustaban los últimos detalles para dejar a punto el moderno edificio, que se amplió con la compra de dos casas colindantes y cuenta con una librería, auditorio, restaurante y cuatro amplias salas.
La exposición tuvo el apoyo de Jacqueline Matisse, hijastra de Duchamp y nieta de Matisse, quien propuso como curadora a la estadounidense Elena Filipovic. "Jacqueline Matisse estuvo muy involucrada en la muestra, prestó algunas obras suyas y ayudó a convencer a otros coleccionistas para que hagan préstamos", confía Filipovic a Clarín, en una pausa del afiebrado montaje. Es que reunir más de 120 obras del artista (objetos, documentos y fotografías) no fue sencillo. Entre los envíos de colecciones privadas y museos figuran nada menos que el Philadelphia Museum of Art, el Centre Pompidou de París y el Moderna Museet de Estocolmo.
A 40 años de la muerte de Duchamp y a 90 de su misteriosa estadía en Buenos Aires --registrada en el catálogo de la muestra a través de la minuciosa investigación documental de Cintia Mezza--, el título de la muestra alude a una de las preguntas clave que disparó el artista: "¿Puede uno hacer una obra que no sea una obra de arte?" "Todavía los artistas y las instituciones se siguen preguntando qué es una obra de arte y cuáles son sus límites", afirma Filipovic.
La muestra no es una retrospectiva: arranca en 1913, "un punto de ruptura en su obra y en la historia del arte moderno", explica la curadora. Y agrega: "Fue el año en que Marcel Duchamp se convirtió en Marcel Duchamp." Cuando dejó atrás la pintura, después de su rotundo éxito con Desnudo descendiendo una escalera, e inventó el ready made (lo ya hecho). Objetos descontextualizados, desligados de su función original, con los que disparó contra el concepto sagrado de "obra de arte" y puso al artista, quien señala qué es una obra de arte, y al espectador, capaz de desentrañar el sentido de ese complejo señalamiento, en el centro de la escena. En Proa se exhibe Rueda de bicicleta (1913), su primer ready made, la emblemática Fountain (el mingitorio con la firma Mutt, 1917) y dos copias de Portabotellas (1914). "Hizo copias del original para poner en cuestión la idea de obra original", explica Filipovic.
Sin dudas el plato fuerte es El gran vidrio, del que se expone una de las mejores réplicas. Es su obra más importante y la que más interpretaciones desató. Duchamp comenzó a hacerla en 1915 y en 1936 la declaró "definitivamente inconclusa". Para muchos, es una enigmática historia frustrada de amor y erotismo. "Duchamp -dice la curadora- siempre aceptó las distintas interpretaciones que se hacían -desde la alquimia hasta el amor romántico-, porque para él el espectador hacía la obra". Y su riqueza simbólica hace que no se agote: "Todavía muchos se preguntan qué significa", dice.
Una de las perlas de Duchamp son las distintas versiones de Caja en valija --conocida también como "Museo portátil"--, una valija con reproducciones en miniatura de todas sus obras. En Proa hay dos: una perteneció a Andy Warhol, y otra, comprada por Roberto Matta, incluye un autorretrato original de Duchamp, con pelos de su cara y pubis. Siguiendo el recorrido, se puede ver una de sus partituras musicales, las piezas de ajedrez que el artista hizo en su paso por Buenos Aires, dos Giocondas intervenidas y la emblemática foto que su gran amigo Man Ray le tomó vestido de mujer como Rrose Selavy.
"No tiene sentido hacer lo que ha hecho tu padre. No tiene sentido hacer otro Cézanne", había dicho Duchamp interpelando la idea canónica de lo que debe ser el arte. "Es la primera vez que los argentinos tienen la posibilidad de ver esta muestra, y por el esfuerzo que implicó reunir y traer estas piezas, es probable que para volver a verla haya que esperar veinte años", dice la curadora.
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2008/11/20/_-01806668.htm
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