Senghor, la descolonización a través de la poesía

Imagen de cubierta: ANTOLOGÍA DE LA NUEVA POESÍA NEGRA Y MALGACHE EN LENGUA FRANCESA

Publicada por primera vez en español la antología en lengua francesa que el autor senegalés, fundador del movimiento Négritude, reunió en 1948

Por Mireia Sentís 

 

 

En un momento en que el privilegio blanco está siendo reconocido y cuestionado, la aparición, por primera vez en castellano, de la Antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa que Léopold Sédar Senghor (1906-2001) publicó en 1948 constituye no solo una fuente de placer literario, sino un valioso instrumento para comprender el pensamiento poscolonial.

El senegalés Senghor forma parte del trío principal que fundó el movimiento Négritude (1930-1960). Tanto él como el martiniqués Aimé Césaire y Léon-Gontran Damas, de la Guyana francesa, eran excelsos productos del neocolonialismo. Educados en escuelas francesas de ultramar y graduados en las universidades parisienses donde se conocieron, parecían destinados a la enseñanza y, por tanto, a consolidar la grandeur de la France en sus correspondientes territorios. Sin embargo, es justamente en el corazón del imperio donde entran en contacto con el pensamiento marxista y comienzan a forjar sus ideas de emancipación. A la par que desarrollaban notables carreras intelectuales, se convirtieron en activistas políticos. En 1960, Senghor ocuparía la primera presidencia de un Senegal independiente, pero los tres promovieron sin descanso las culturas africanas y examinaron los valores occidentales desde un punto de vista crítico.

“Un solo brazalete no hace ruido”, dice un proverbio peul. La Négritude surge en la estela de otras corrientes que estaban germinando en las colonias europeas (Jamaica, Trinidad Tobago, Congo, Argelia, Madagascar…), así como entre el colectivo afronorteamericano. En 1921, Claude McKay, poeta jamaicano integrante del movimiento New Negro, más conocido como Renacimiento de Harlem, escribió en un poema titulado América: “Aunque me alimente con el pan de la amargura, / y hunda en mi garganta su diente de tigre, / robando mi aliento de vida confesaré / que adoro este infierno cultural que pone a prueba mi juventud. / Su vigor fluye como mareas en mi sangre, / dándome fuerza erguida contra su odio”. McKay, el poeta del nuevo internacionalismo negro que más tiempo vivió en Francia y más influyó en la Négritude, expresó así un sentimiento común a quienes querían retomar su africanidad y solo podían hacerlo a través de una lengua que, sin dejar de ser la suya, era, paradójicamente, la impuesta por el poder que los despreciaba.

Toda cultura que aspire a independizarse de la corriente mayoritaria tiene que darse a conocer a través de esa misma corriente. Así ocurrió con uno de los géneros más autóctonos de Estados Unidos: la narrativa de esclavos. Para adquirir credibilidad y difusión, esos relatos en primera persona necesitaban ir avalados o introducidos por autores blancos. En el caso de la Négritude, el papel de filtro lo desempeñó el filósofo Jean-Paul Sartre, quien en 1943 había escrito El ser y la nada, su tratado sobre el existencialismo. Orfeo negro, título del magnífico prólogo del libro que nos ocupa, pasó así a adquirir carácter de manifiesto. La Négritude ocuparía desde entonces un lugar destacado en el mapa literario-político mundial. Si los abolicionistas defendían la libertad de los esclavizados, Sartre propugnaba la igualdad de la clase obrera, al margen del color o de la nacionalidad. Hoy en día, Senghor hubiese encargado probablemente el prefacio a un integrante del grupo francófono negro: Alain Mabanckou, Dany Laferrière, Bassidiki Coulibaly…

“Cada época tiene su poesía y en cada época las circunstancias de la historia eligen una nación, una raza y una clase para tomar el relevo en la creación de situaciones que no pueden expresarse o superarse sino a través de la poesía”, escribe Sartre en su proemio. Una frase que, a la vista de los acontecimientos que diariamente transmiten los periódicos, podría referirse al presente e invita a formular la pregunta de por qué este libro ha tardado tanto en publicarse en español. Menos mal que en 1972 fue posible acceder a una pequeña antología del historiador Publio L. Mondéjar —Poesía de la Negritud—, con un interesante texto que proporcionaba todas las claves para entender sus raíces y su legado.

La traducción de la Antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa, a cargo de Martha Asunción Alonso, representa un verdadero tour de force. Su conocimiento de los giros y términos propios del lugar de procedencia de cada poeta es muy preciso, y su glosario se nos antoja un regalo para la curiosidad del lector. También hay que señalar la nota a la edición, escrita por Unai Velasco, quien muy atinadamente nos recuerda que en este gran grupo que ha pasado a la historia como 100% masculino, hubo, como siempre, mujeres que fueron olvidadas. Valga este último comentario como saludo de bienvenida a una publicación que hará al lector disfrutar tanto como reflexionar. Desde Guadalupe, Paul Niger interpelaba: “Y ahora me toca a mí hacer las preguntas: / ¿qué responderás a tu Dios en el día del juicio final / cuando te pregunte: ‘¿Qué le has hecho a mi pueblo?”.

 

https://elpais.com/babelia/2021-10-29/la-descolonizacion-a-traves-de-la-poesia.html

 

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