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La poeta brasileña Maria Lúcia Alvim murió de covid a los 88 años

Yo era así


Por Demian Paredes


Nacida en 1932 en Araxá, ciudad de Minas Gerais, y residente por largo tiempo en Río de Janeiro, Maria Lúcia Alvim, de joven autodidacta, artista plástica –de pintura y collage– y poeta, llevaba cuarenta años sin publicar un nuevo libro. Autora de XX Sonetos (1959), Coração incólume (1968), Pose (1968), Romanceiro de Dona Beja (1979) y A rosa malvada (1980), se alejó desde entonces de los “ambientes literarios”, y, con el paso del tiempo, apenas si sus libros aparecían, muy esporádicamente, en las librerías de usados (sebo). Sólo después se publicaría Vivenda 1959-1989 (1989), una antología conteniendo los cinco volúmenes, y posteriormente una reedición, al parecer sin mayores repercusiones, de XX Sonetos, en 2011.
Han sido generaciones más jóvenes quienes se han propuesto conocer más y mejor, investigar y rescatar la obra y biografía de la poeta. Así, en 2020 hubo un pequeño “milagro” literario: la publicación de Batendo pasto, libro inédito con cincuenta y seis poemas, escrito originalmente en 1982. Desde hace un tiempo, Ricardo Domeneck y Guilherme Gontijo Flores se fueron dando a la tarea de conseguir, digitalizar, publicar y difundir textos, imágenes y obras de Maria Lúcia Alvim –entre otros sitios, en la página web Escamandro–, poeta olvidada por la academia, la crítica y el periodismo. Junto al poeta, profesor y traductor Paulo Henriques Britto, quien les dio la información, convencieron a Maria Lúcia Alvim para publicar Batendo pasto, que el primero poseía, bajo indicación por parte de la misma poeta de que sólo viera la luz posmortem, tras el fallecimiento de esta.
El libro publicado fue muy bien recibido, con éxito e interés, especialmente entre generaciones más jóvenes –sean o no poetas–, como lo demuestra una cantidad y variedad de lecturas del nuevo poemario en páginas web y blogs literarios, y también por la prensa, entre otras manifestaciones. Se fue dando, entonces, cierto proceso de recontextualización de la autora, quien tiene su bien ganado lugar en el tan variado como vastísimo –e inabarcable– panorama de la literatura brasileña. Según apuntan Domeneck y Gontijo Flores, Maria Lúcia Alvim fue quedando (o mejor: la dejaron) “oculta” a lo largo de las décadas. Al no haber pertenecido nunca a grupo, corriente o colectivo literario, institución, revista u otra publicación, quedó relegada de las “historias oficiales” que han dejado establecidos, entre la experimentación y la tradición desde la segunda posguerra del siglo XX, a los grupos Noigandres, Concreto, Neoconcreto, Poesia-Praxis, “generación del 45”, “generación del mimeógrafo”, desde 1950 hasta la década de 1970, perdiéndose así una voz singular, de tintes tanto clásicos como modernos.
En una entrevista telefónica de Bruno Morais publicada en agosto pasado en Tribuna de Minas, a propósito de Batendo paso, Alvim aseguró nunca haberse preocupado por las modas, la crítica ni el mercado. “Fui tomando y haciendo todo lo que hice. No me incomodaba. En ese punto siempre fui muy independiente. Pensaba en lo que tenía que ser hecho y lo hacía”. Y respecto a los grupos y a su carácter independiente: “Nunca me gustaron los grupos. Siempre fui una sola persona. Nunca hice nada en grupo, a no ser con los amigos más íntimos posibles. Nunca negocié. Nunca negocié ninguna cosa. En todos los sentidos de mi vida, nunca negocié. Es una palabra que no cultivé ni cultivo".
Poeta libre de programas y estrategias, Alvim podía adoptar formas tradicionales, métricas como la del soneto, o podía asimilarse a la brevedad y concisión del haiku, en piezas de apenas tres versos con un par de palabras cada uno, y cualquier variedad de verso libre. Adoptaba temas líricos, ligados a la naturaleza, y a lo rural, pero también temáticas urbanas, y también más “etéreas”, tanto lo objetivo como lo subjetivo. Y se podían hallar diálogos y ecos de autores como Carlos Drummond de Andrade. A modo de muestra, en “traducción libre”, un poema de Pose y dos del nuevo poemario publicado. “Tímida confidencia de un poema”: “En todo hay un sentimiento/ vigilante/ que intenta venir a la luz del día –/ raro se nos da/ saber cuándo/ debemos encenderle la boca fría./ Es por eso que nos vamos quedando/ cada vez más cerrados –/ cobardía/ o sordo magnetismo/ palpitante/ entre lo que habla y lo que silencia.” 
“II. Cantiga de rueda”: “Yo era así en el día de mi cumpleaños/ Y cuando me casé, yo era así/ Yo era así a la vuelta de los engaños/ Y cuando me aparté, yo era así// Yo era así el benjamín de los arcanos/ Y cuando me peleé, yo estaba así/ Yo era así en la voz de los minuanos/ Y por la primavera, yo era así// Cuando fui viuda, yo era así/ Cuando fui desocupada, yo era así/ Y por el color furtivo, yo era así// En el amor que tú me diste, yo era así/ Y detrás de la luna llena, yo era así// Y cuando fui calavera, yo era así”.
“Mañana sin atropello/ pequeño depósito de agrura en el pozo/ exorbité de alegría/ la bóveda celeste no da salida/ silos de silencio/ oh ser astral/ la hierba es mi gran reserva interior/ la esperanza/ descuidada”.
En la entrevista ya citada, la poeta –instalada desde 2011 en Juiz de Fora, casi nonagenaria, hermana de la escritora Maria Ângela (1926-1959) y del escritor Francisco “Chico” (1938)– aseguró “adorar” el acercamiento de las nuevas generaciones lectoras: “Después de que vos te hacés viejo, te quedás odiando. Es horrible. Nadie imagina la cosa terrible que es la vejez. Ni vale la pena explicarlo. Y estoy adorando que los jóvenes se aproximen a mí y a mis cosas. Quiero que lleguen cada vez más cerca, a un palmo de distancia de mí, para que la gente se pueda entender un poquito”.
Por su parte una editorial de Portugal, Douda Correria, publicó a comienzos de 2021 una antología de Maria Lúcia Alvim, y se esperaba en Brasil, entre otros trabajos inéditos, el volumen Rabo de olho. Pero la pandemia del Covid-19, sumando el desastroso (des) manejo del gobierno de Bolsonaro, con sus altísimas tasas de gente contagiada y muerta, asestaron un fin a este redescubrimiento literario: tras poco más de dos semanas de internación, la poeta falleció el día 3 de febrero, por las complicaciones derivadas del virus. De hecho, ella era consciente del peligro sanitario en ciernes, ya que en la entrevista de 2020 había dicho: “No tengo ninguna responsabilidad con mi vida, que está dependiendo de la pandemia (risas). Lamentablemente, ¡¿no?!”.
 
 

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