Fallece Carlos Pérez, conservador del IVAM y el Reina Sofía
Carlos Pérez, con la medalla de la Orden de las Artes de Francia. / MIGUEL LORENZO
Experto en vanguardias, impulsó en el Muvim el diseño gráfico, la fotografía y la ilustración
JUAN MANUEL JÁTIVA Valencia
Pedagogo, experto en arte y vanguardias y, en resumen, descubridor de artistas e historias para nuevos públicos a través de exposiciones y libros, Carlos Pérez García (Valencia, 1947) falleció el día de Navidad en su casa de la Finca Roja de Valencia y será incinerado este viernes a las 11.00 en el tanatorio municipal. La última vez que apareció en público fue en el colegio mayor Rector Peset de Valencia el día 28 de noviembre con ocasión de la presentación de Buffalo Bill romance, un libro de Media Vaca espectacular como el mundo del circo al que se aproxima, erudito por el detalle de las historias que cuenta y enlaza, vanguardista como la poesía de Vicente Huidobro que recoge, e inclasificable porque se sale de los cauces trillados en el arte de la edición.
En la intervención improvisada que, desde la silla de ruedas en la que circulaba, tuvo ese día en la Sala de la Muralla del colegio, rodeado de cuadros de su amigo Rafael Ramírez Blanco colgados en las paredes, Carlos Pérez avisó de que, dadas las circunstancias y en referencia a su enfermedad, era mejor dedicarse a escribir cosas cortas. A pesar de ese propósito, aprovechó una breve y parcial recuperación en su delicado estado de salud para embarcarse temporalmente en un nuevo proyecto sobre Edward Lear, el poeta del nonsense, e imaginar y hasta planificar un viaje a Corfú, isla que este fantástico autor visitó en varias ocasiones.
Lear comparte algunas de las características propias del mundo de Pérez: una escritura que puede hacer a la vez las delicias de niños y adultos, amor por la ilustración y el dibujo, su particular relación con la música y las canciones, y el sentido del humor están entre ellas. Al igual que en el libro sobre Buffalo Bill, en el anterior, el escritor y pedagogo valenciano hilvanaba el imaginario del circo y las vanguardias, mano a mano con el dibujante Miguel Calatayud. Kembo, cuyas ilustraciones merecieron la inclusión en la Honour List 2012 del Consejo Internacional para el Libro Juvenil que otorga los prestigiosos Premios Andersen, rendía homenaje al universo circense, jazzístico y cinematográfico.
El piano donde tocó jazz, blues o foxtrot en otros momentos, los carteles de circo que cuelgan en las paredes, o los juguetes que reposan en las estanterías de la casa de la finca donde ha compartido la ilusión de una Valencia moderna con su esposa Margarita y su hija Marta, son parte sustancial de ese mundo.
Entre Kembo y Buffalo Bill, Carlos Pérez fue condecorado en el Institute Français de Valencia como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia porque, como dijo el consejero cultural de la embajada gala, había hecho "más que diez directores del Instituto Francés juntos" y había llevado "el espíritu francés a las instituciones museísticas españolas". Un buen ejemplo fue la exposición El cartel moderno francés del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), en colaboración con François Lévèque.Trabajó como conservador del Institut Valencià d'Art Modern (IVAM) y del MNCARS. Tras su etapa madrileña, volvió a Valencia como responsable del programa expositivo del Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (Muvim). Animó la programación de este último con un vigor sin precedentes ajustado a las señas de identidad de su nombre, ilustración y modernidad. En el Reina Sofía vinculó las artes plásticas y el diseño gráfico a otras de sus querencias: la música contemporánea, con la producción de espectáculos musicales. En paralelo, participó, asimismo, en proyectos desarrollados por otros museos, como los Picasso de Barcelona y Málaga.
Previo a su trayectoria museística, aunque muy relacionado con ésta, es el diseño de materiales didácticos, con influencias de Maria Montessori y la Bauhaus, así como la puesta en marcha del Taller de l'Infant, un proyecto colectivo que fabricó y comercializó estos diseños vanguardistas en los años setenta. A mediados de los ochenta fue director general de Servicios Sociales de la Generalitat Valenciana. La inquietud social es también una constante de su biografía: los trabajadores del Taller eran discapacitados que percibían un salario semanal, como recuerda Artemio Sandoval en Buffalo Bill Romance.
Carlos Pérez soñó con que Valencia dejara de ser lo que él denominó como "la capital de la Tierra de la Modernidad Imposible" y acarició esa realidad en la primera etapa del IVAM, en cuyo departamento de Didáctica y Comunicación empezó a trabajar en 1989. En esa época puso en marcha dos exposiciones sobre Torres García y sus juguetes de vanguardia, que pasaron por el IVAM, la Institución Libre de Enseñanza de Madrid y La Pedrera de Barcelona, en esa línea central que refleja su pasión por el diálogo entre la pedagogía y el arte modernos, la misma que manifiesta una pequeña gran obra de 1992 titulada Alfabestiari, escrita y dibujada al alimón con su amigo Francesc Pérez i Moragón, donde el "animal más bello del mundo" es invisible.
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