Jean-Marc Bustamante: “Más que bello, el arte tiene que ser fuerte”

Jaulas (1997), de Jean-Marc Bustamante

El artista francés despliega en su exposición 'Calma blanca', en Madrid, obras de toda su trayectoria.

La idea es buscar la complicidad del espectador.

Las fotos son cuadros para él, y sus pinturas no tienen rastro de pincel.






Si en el teatro se utiliza la metáfora de la cuarta pared para aludir al muro transparente donde se sitúa el público ante el escenario, el artista Jean-Marc Bustamante (Toulouse, 1952) lleva a su terreno un juego parecido. Sus fotografías de paisajes casuales, casi anodinos, sin ningún objeto o persona que reclame una especial atención, son el escenario que él plantea a la imaginación del espectador para que sea este quien decida qué es lo que sucede allí. Qué es lo que está a punto de pasar.
Este francés de padre ecuatoriano, uno de los artistas europeos contemporáneos más respetados, expone por primera vez en Madrid una amplia selección de su obra bajo el título de Calma blanca. Su trabajo de planteamiento conceptual abarca fotografía, pintura y escultura. Aunque nada es totalmente lo que parece.
PREGUNTA. Al principio de su carrera, en 1977, realizó una serie fotográfica de paisajes urbanos de los alrededores de Barcelona titulada Tableaux. Eran copias únicas de cada foto. ¿Cuál era su idea sobre el original y la copia en ese momento?
RESPUESTA. Es importante tener presente el contexto en el que se hicieron. En los años ochenta, la fotografía no había logrado todavía un reconocimiento amplio como arte. Se la consideraba un medio documental, para la publicidad o el retrato y poco más. Recuerdo que en esa época yo parecía un luchador, un defensor de la fotografía en el campo de batalla del arte. Me interesaba imponer la fotografía en galerías convencionales, no en las específicas de fotografía. Por esa razón quise ser claro en ese momento y, para empezar, titular la serie Tableaux, que son cuadros, pero en una expresión más ligada a los objetos, como una mesa, que está en su etimología. La idea era exponer fotografías para ser miradas, por eso las imágenes eran paisajes normales, neutros, algo feos, como los de los descampados de la Costa Brava o esas construcciones para el turismo. Lo importante era confrontar la realidad, la naturaleza. Un paisaje no necesita un sujeto central, es algo más descentrado. Y quise hacer una sola copia de cada uno, además de ser fotografía en color (la foto artística era siempre en blanco y negro), impresa en un formato muy grande —cosa poco habitual también— y con el marco al filo de la imagen. Como una pintura.
P. Tanto en los paisajes de sus inicios como en los que ha realizado después, las imágenes reflejan lugares neutros donde parece que algo está a punto de suceder. La 30ª Bienal de São Paulo tiene como lema La inminencia de las poéticas. ¿Reside en esa inminencia una de las claves de su trabajo?
R. Para mis exposiciones suelo elegir títulos algo meteorológicos o estacionales. El de Madrid será Calma blanca. Y me refiero a un momento en el que nada se mueve, silencioso, quieto, sin turbulencias, con alta presión atmosférica. Y creo que esa es la condición ideal para enfrentarse a una obra de arte. Quiero situar al espectador en un ambiente preparado para recibir la poesía. Simplemente en buena disposición. Porque mis trabajos no cuentan historias, no hay una narrativa, ni siquiera un sujeto central de atención. Yo necesito la colaboración del espectador, esa disposición mental, para que esa especie de inminencia tenga lugar. Tiene que estar abierto al arte. El arte es menos complicado de lo que parece. Pienso que puede llegar a cualquier persona que esté dispuesta a involucrarse. Si el artista es suficientemente bueno, permite al espectador descubrir cosas en sí mismo que antes ignoraba. Y las ve venir, siente esa inminencia. En los años ochenta lo poético se percibía como una debilidad, algo sentimental. Hoy parece haber un regreso a los valores de lo poético, espero que sin nostalgia o sensiblería, más bien con vitalidad, de una forma abierta a la vida, con energía e intensidad. Una obra de arte no tiene que ser bella, tiene que ser fuerte. La fortaleza tiene su propia belleza.
P. Aunque sostenga que en su obra no hay intención narrativa, tiene una serie que consiste en aves vivas encerradas en unas jaulas-escultura. Ahí hay una metáfora. ¿Es una excepción?
R. Esas jaulas las hice para una exposición en Jerusalén, en una galería palestina. Ahí todo parece simbólico, así que decidí presentar estas seis o siete jaulas, que encargué hacer a trabajadores palestinos. Al final de la muestra le regalé una a un palestino, otra a un judío y a diferentes personas. Un gesto simbólico. Lo curioso es que gustó mucho y me empezaron a llamar de museos y centros de arte que querían presentar este trabajo. Y siempre hubo algún problema con las aves, unos pájaros diamante mandarín, vivos, y las asociaciones protectoras de animales. Yo insisto en que se trata de aves incapaces de sobrevivir en libertad. En fin, que se ha convertido en una de mis piezas más conocidas, aunque quizá hay otras que yo prefiero y gustan menos a la gente. El comisario de la exposición en Madrid, José Jiménez, la eligió para esta muestra, así que se verá allí también. Me gusta esta pieza, aunque tengo debilidad por otras obras menos favorecidas. Lo que pasa es que mi trabajo es un arte sin cualidades. Mis primeras fotografías buscaban eso. No ofrezco contar una historia fabulosa ni dar pruebas de mi virtuosismo como pintor, es una posición más conceptual en cierto sentido. En los últimos años estoy trabajando mucho con el color. Hace diez o veinte años no parecía un asunto relevante porque el arte conceptual se ha desarrollado básicamente en el campo del blanco y negro. Hasta los artistas y la gente del arte tenían que ir vestidos de negro. Hoy creo que el color es cada vez más importante. No me interesa ser tan minimal, tan estirado, quiero abrir mis obras al color.
P. Su pintura surge de forma inesperada en su arte porque es algo más espontáneo, muy libre, más emocional. Aunque no es pintura sobre lienzo, sino el producto de un proceso tecnológico de impresión sobre plexiglás y un juego de superficies y transparencias.
R. Un artista suele mantener más o menos las mismas obsesiones a lo largo de su vida. Cuando tienes 20 años y quieres ser artista, tal vez te interese más la tierra, la vida, la muerte. Más adelante, ya mayor, a mí me interesa el aire, la luz, el color, el cielo. Mis primeras fotos traslucen una sensación hacia la naturaleza algo torturada. Sitios deshabitados, baldíos. Ahora lo veo así. Mi trabajo está muy influido por ciertas características de lo fotográfico, como son la reflexión, la transparencia, el foco, la iluminación, etcétera. Antes de pintar realicé una serie de fotografías arquitectónicas serigrafiadas sobre superficies transparentes que jugaban con el fondo de la pared de donde colgaban. A partir de eso me planteé hacer pinturas con esas características también. Por eso evité pintar directamente sobre un lienzo usando pinceles, más bien hacerlo de forma distante y en distintas fases. Me gusta trabajar en capas superpuestas, como sedimentaciones. Mi idea era hacer dibujos muy simples a color sobre papel, fotografiarlos y ampliarlos sobre plexiglás con unas tintas traslúcidas. A veces hay formas figurativas o que parecen vegetales. Me gusta poner un punto de ironía, de frescura


P. Su fotografía pretendía ser como la pintura y su pintura está mediatizada por la tecnología. Hay cierta fluidez de medios. ¿Lo ve así?

R. Así es, a mis fotografías las titulé Tableaux y me resulta difícil llamar pinturas a mis cuadros así es que las llamo Panoramas, algo a medio camino entre el paisaje y la apertura de la visión. Paso a paso voy descubriendo mi camino. Lo que no me gusta es que llamen arte por ordenador a lo que hago. Está de moda decir ese tipo de cosas. Son solo herramientas. No tengo muchas habilidades tecnológicas. Y creo que la gente se pierde mucho si está pensando en esos términos.

Calma blancaJean-Marc Bustamante. Sala de la Comunidad de Madrid, Alcalá, 31. Curador: José Jiménez. Del 18 de septiembre al 18 de noviembre.


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