El arte que se lleva el viento



El artista británico Chris Drury es uno de los mayores exponentes del 'land art', el arte de crear en la naturaleza

ANA MARCOS - Madrid - 10/03/2011




Desde hace 25 años extrañas figuras aparecen en los campos británicos, los hielos antárticos y las salas de museos de todo el mundo, desde Estados Unidos a Vitoria. No se asusten, aún no han llegado los extraterrestres. Es el trabajo del británico Chris Drury (1948, Colombo, Sri Lanka), uno de los mayores exponentes del arte de la naturaleza o land art. Capaz de traducir la sombra del viento en arte siguiendo los latidos del corazón.

Suena romántico, pero detrás de los proyectos de Drury hay horas de investigación científica. "El ser humano intenta separarse de la naturaleza y no se da cuenta de que tiene una estructura biológica muy similar", cuenta en conversación telefónica desde su casa en Lewes (Inglaterra), donde se trasladó en 1982. Antes de cada trabajo se reúne con astrónomos, cardiólogos, arquitectos, toda clase de expertos en los que no se ha convertido, se empeña en aclarar.
De estas colaboraciones esporádicas salieron Wind vertices (2007), el resultado de dos meses estudiando el hielo con una expedición británica en el Antártico, Heart of reeds(2005) que, como el sistema circulatorio, bombea sangre al perfilar el río Ouse en el sureste británico. O tres grandes huellas dactilares realizadas con la impresión de las palmas de las manos de vitorianos anónimos impregnadas con arcilla roja obtenida en las cercanías del Museo Artium. "En este momento estoy colaborando con arquitectos para proyectos paisajísticos". Nuevos compañeros en el camino, solo en el camino. "No tengo equipo, me gusta colaborar con las personas del sitio en el que trabajo. Creo que aporta mayor creatividad a mi trabajo", explica.
El land art es un movimiento que se originó a finales de los 60 en Estados Unidos empeñado en encontrar los materiales en la misma naturaleza donde se iban a exponer. "Mis obras son efímeras como el lugar del que salen, cambiantes con el tiempo". Lo que no le genera ningún tipo de frustración porque como reza el lema que sigue a pies puntillas: "mi arte es un proceso, no un resultado". No revisita sus obras, "no tengo tiempo para trasladarme a todos esos lugares, solo vuelvo a verlas si están cerca de mi casa".
Drury no se casa con nadie, ni siquiera cuando sus instalaciones le demandan meses, hasta años, de preparación e inversiones de más de 150.000 libras (174.000 euros) como en el caso de Herat of reeds. "Voy colaborando con instituciones y galerías privadas, pero no cuento con una fuente de financiación fija. También tengo suerte, al final muchas de mis obras después de exponerse en museos se acaban vendiendo". La libertad de las relaciones contractuales abiertas le ha permitido trabajar con importantes museos como el Británico o el Victoria and Albert Museum que albergan parte de su obra en sus colecciones públicas, universidades o pequeños pueblos como la reservas de indios americanos, "gente mucho más auténtica de la que se puede encontrar en el circuito comercial".

La rueda de la medicina
Durante un año el artista paseó por las inmediaciones de su casa en Lewes con el único propósito de meditar. De las caminatas salió The medicine wheel, la Rueda de la Medicina, una suerte de mándala en forma de mosaico con objetos que se iba encontrando. El protagonista de la rueda son los hongos. Le fascinan porque son capaces de "crear, matar y alimentar".
Drury las convirtió en las bombas nucleares de la naturaleza. Mushroom/Clouds (2008), guardada a buen recaudo en el museo de arte de Nevada (EE UU), es una escultura de setas disecadas en forma de nube nuclear. "Las setas son la metáfora del ciclo de la naturaleza, destruyen y regeneran el medio ambiente, un poder que el hombre cree es el único capaz de desempeñar".




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