JUAN LUIS MARTÍNEZ, EL POETA INVISIBLE


La nueva novela, opera prima del poeta porteño Juan Luis Martínez, cumple 30 años de vida. Rechazada por las editoriales y condenada al silencio por la crítica de la época, hoy se le considera una de las obras cumbres de la literatura chilena, tanto, que un ejemplar del libro puede superar, fácilmente, los 200 mil pesos. (U$400.- aprox). Por fin, para sus seguidores, su autor está siendo comprendido. Y valorado.


por Francisca Babul (en exclusiva para "La poesía en el campo expandido")



Tenemos el pasado detrás de nosotros, el porvenir por delante. No se ve el porvenir, sí se ve el pasado. Es curioso, porque no tenemos ojos en la espalda”. Frases como ésta abundan en La nueva novela, opera prima del porteño Juan Luis Martínez (1942-1993). Ignorado mientras permaneció con vida, hoy se encumbra como uno de los poetas (visuales) más lúcidos de su generación: su obra es objeto de estudio tanto en Chile como en el extranjero y sus libros son los más caros de la poesía chilena.


Juan Luis Martínez nació en Valparaíso en el seno de una familia conservadora. Pero a los 15 años abandonó el colegio para entregarse a la vida bohemia. El inicio de su vida literaria puede fecharse en 1971, cuando escribe “Pequeña cosmología práctica”. A pesar de sus expectativas, el fracaso es rotundo y tras ser rechazado por varias editoriales decide auto-publicarlo bajo el nombre de “La nueva novela” en 1977. “La primera edición se concibió de manera artesanal, en planchas de papel, la hicimos a mano, línea por línea”, relata Eliana Rodríguez, su viuda.


El esfuerzo no fue en vano. Hoy, cuando se celebran 30 años de su primera publicación (31, para ser más exactos) La nueva novela se ha instalado como emblema del intertexto. En ella confluyen citas reales e imaginarias, silogismos y problemas aritméticos, junto a fotografías, dibujos y páginas en blanco. De este modo, Martínez da vida a una obra que rompe los límites entre la escritura y la visualidad, generando una especie de libro-objeto.


Su imposibilidad de filiación llegó a tal punto, que Luis Vargas Saavedra creyó que se trataba de un alter ego de Enrique Lihn. Nada de eso. A juicio de su viuda, Martínez era “un adelantado. Y estaba consciente de ello: siempre pensó que sería reconocido dentro de 20 años. Incluso la crítica lo condenó al silencio. Yo le llevé el primer manuscrito a Ignacio Valente, quien me dijo ‘no sé qué pretende su marido’. No lo entendió”.


Lo curioso es que mientras la crítica lo condenaba, comenzó a sonar con fuerza el nombre de Raúl Zurita, su amigo y cuñado. Por años vivieron en la misma casa en Concón: se turnaban para usar la máquina de escribir e intercambiaban opiniones sobre sus escritos, dando vida a una relación de maestro y discípulo. Sin embargo, la amistad terminó por fracturarse: Zurita pone fin a su relación matrimonial con la hermana de Martínez y se instala, visiblemente, en el panorama literario chileno. Si bien ambos evitaron referirse al tema, lo cierto es que Zurita le ganó la partida a su mentor: Martínez no logró superar a su propio fantasma y su alumno se convirtió en un “super poeta”, como lo bautizó Rodrigo Lira, otro de los grandes de la poesía chilena.


Al respecto, Matías Ayala, poeta, doctor en literatura en de la Universidad de Cornell y uno de los principales estudiosos de la obra de Martínez, señala: “Valente leyó de forma católica la obra de Zurita (el sufrimiento, lo mesiánico, la trascendencia, etc.), cosa que no debe extrañar, pues algo similar hizo con Nicanor Parra. Que la obra de Martínez no haya sido valorada por Valente o Braulio Arenas demuestra que ella se desmarca de las formas tradicionales de leer poesía en Chile, como el catolicismo y el surrealismo”.


Pero la radicalidad de Martínez no sólo superó a la crítica, sino también a los lectores. El caso de La nueva novela es paradigmático: su título es confuso, está firmado dos veces (por Juan Luis Martínez y Juan de Dios Martínez) y, como si fuera poco, los nombres están tachados. Mediante este gesto, Martínez denigra la noción de autor adscribiéndose, visionariamente, a la idea de que todo texto surge de la absorción de otros.


En dos palabras: un visionario incomprendido. Pero, sin duda, una figura indispensable para la historia de las letras locales. Como indica Ayala, su impacto radica en que “terminó de abrir la poesía chilena a lo que se podría llamar ‘la argumentación como obra de arte’. Exhibe lúdicamente una complejidad intelectual poco dada a la hipérbole y al tráfico de emociones. La obra de Martínez es una de las más excéntricas no sólo de la poesía chilena de los años '70 y '80, sino de la historia de la literatura hispanoamericana. La nueva novela es un libro que se lee como el juego de un autor fantasmal, sin embargo, es una reflexión sobre el lenguaje y el conocimiento y es, además, alusivamente política. La combinación magistral de estos elementos la hacen una obra única”.


Obstinado en “desaparecer”, Martínez dio pocas entrevistas y se negaba a ser fotografiado. Pero su “poesía de significantes” se ha encargado de revelarlo. En 2003 se publicó “Poemas del otro” (una compilación de textos inéditos) y circulan por Chile y el mundo varios libros (y un documental a cargo de Tevo Díaz) sobre su obra. Incluso, formó parte de la muestra “Chile, 100 años de artes visuales” (MNBA, 2000). Detrás de esta lucha, por cierto, hay una figura clave: su viuda. “Yo lo he mantenido vivo. Mi obra es Juan Luis Martínez”.





Comentarios

drfloyd ha dicho que…
el zuper poeta que escribe Lira es en un tono mas bien ironico con respecto de Zurita...no hay que confundirse

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