La libertad de la forma habitada

A más de 40 años de su levantamiento, la Ciudad Abierta de Ritoque sigue siendo un modelo de comunidad de vida y uno de los lugares donde la arquitectura y la poesía -entre otras actividades creativas- mejor se reúnen en todo el mundo.

  • por: PABLO ANDULCET


Ni derechos ni reveses, ni fachadas ni partes traseras. Los accesos son tantos como los ejes que atraviesan estas construcciones singulares, muchas veces sostenidas por pilares totémicos, donde no es raro que ladrillos y tablas se extiendan en diagonal como dibujando achurados en los muros, que el fibrocemento actúe como una cáscara y los cielos adopten formas familiares, como las cerchas de un barco. 

La arquitectura y la poesía comenzaron a convivir frente al mar de Ritoque en 1971, cuando los profesores y alumnos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, a través de Amereida, la Eneida de América, la cooperativa que formaron dos años antes, adquirieron estos terrenos. Aquí pretendían "hacer de la vida, el estudio y el trabajo una unidad", y comenzaron a construir su Ciudad Abierta, nombre con orígenes en la película 'Roma Ciudad Abierta' de 1945, y la idea de una ciudad desprotegida, cuya defensa se construye por medio de la hospitalidad y la palabra. Sin restricciones materiales ni formales constituyeron una praxis del aprendizaje de la arquitectura y ejemplificaron un caso de comunidad de vida.

Hoy el acceso a esas 270 hectáreas partidas por la carretera que va entre Concón y Quintero está delimitado por portones eléctricos. Para visitarlas hay que tener a alguno de sus habitantes ingresando un código que cambia permanentemente. O, como explica Victoria Jolly, arquitecta, académica y presidenta de la ahora Corporación Cultural Amereida, seguir un procedimiento: "En www.amereida.cl uno puede solicitar visitar la Ciudad Abierta. De acuerdo al motivo va a haber un feedback. Si te recibe alguien es un día acotado; hay que tener en cuenta la intimidad de las familias que viven acá y el cuidado del emplazamiento. Generalmente las visitas giran en torno a la situación geográfica. La gente viene porque tiene una relación con el lugar, o con la arquitectura y el diseño, o con el arte y la escultura. Es un lugar para pensar América y su posible forma. Es un parque cultural". El acceso a Ciudad Abierta no es automático, pero se puede construir y la próxima edificación del Pórtico de los huéspedes es prueba de que la apertura existe. "Aún está en etapa de dibujo y se está conformando el taller de obra (como todas en la Ciudad Abierta, es una obra colectiva). Nace de esa necesidad de darles un lugar a los que vienen. Porque de alguna manera siempre quedan en el interior de alguna hospedería, o bien en la intemperie. Este lugar tendrá una condición más pública y un interior que te recibe. Luego puedes recorrer y caminar", dice Victoria.
Ella habita una de las construcciones esparcidas por el borde costero y los cerros que ellos llaman 'hospederías'. En algún momento, Godo (Godofredo Iommi) -uno de los poetas fundadores- habló así de ellas aludiendo al concepto de hospitalidad, su función de recibir a otros, que constituye su mayor diferencia con una vivienda tradicional. No hay estadísticas de los recién llegados, tampoco necesidad de eso. La última persona en ingresar, Nicolás -arquitecto-, aún está pensando en cómo podría ser su propia hospedería. El anterior, Sergio -biólogo-, comenzó ocupando una cubícula que se entregaba temporalmente a ciertos cercanos a la corporación. Ahora, tras una ampliación, la habita definitivamente junto a su mujer y su hija. "La Hospedería Colgante también es de las más recientes; mucho más joven que esta (la suya), que tiene más de 30 años. No hay un solo modo de llegar. Cada uno encuentra el suyo", cuenta Victoria, quien, a pesar de haber vivido parte de su infancia en Ciudad Abierta, de haber estudiado en la PUCV, debió construir una relación nueva con el lugar y la comunidad: "Cuando quisimos entrar con mi marido (músico) nos presentamos en un ágora. Hubo un consentimiento de todos. Pero anterior a eso ya habíamos estado mucho tiempo organizando ciclos de conciertos en la Sala de Música con intervenciones espaciales. Se trata de vida, trabajo y estudio. Las tres cosas juntas. La Ciudad Abierta no es un conjunto de casas de playa. Es un proyecto más complejo que atraviesa nuestras existencias. Tratamos de unir lo que nos apasiona, lo que queremos desarrollar, con la vida, con este estudio, con aportar desde el oficio".

Todos los miércoles los alumnos de la escuela vienen acá a hacer 'cultura del cuerpo', equivalente a deporte. Temprano hay una reunión de los habitantes de la Ciudad Abierta en la sala de música, una de las construcciones fundacionales. El resto de la mañana es ocupada por los profesores y su consejo, hasta que llega la hora de almuerzo y todos comparten con invitados. A Quena Aguirre -casada con el escultor José Balcells- le encantan esos almuerzos. Siempre le toca gente entretenida al lado. A lo largo de los 35 años que lleva viviendo en Ciudad Abierta ha visto que es la instancia donde generalmente comienza el 'pololeo' con la idea de instalarse acá. 

A pesar de que junto a su marido invirtieron los recursos de la venta de dos casas para construir su hospedería -proyectada por ocho arquitectos, dedicado cada uno a un aspecto distinto-, de que criaron a sus hijos acá, no podrán traspasarla como propiedad a ellos cuando fallezcan. "Acá no existe la propiedad. Antes era una cooperativa, ahora es una corporación cultural. Muchos de los fundadores alcanzaron edades avanzadas y antes de morir se encargaron de hacer ese cambio", cuenta Quena.

Cuando ella llegó no había redes eléctricas y el agua se extraía con bombas. "La gente me decía '¡pero qué lejos!'. Todo el mundo piensa que éramos hippies, pero nuestro motivo era la búsqueda de una forma de vida más poética. Por eso son tan importantes para nosotros los poetas", recuerda Quena junto a un ventanal amplio que baña de luz todo su living, que deja ver los picaflores peleándose las suculentas afuera. Más allá el mar.

"Acá no puedes vivir obligada", dice ella con la sonrisa de quien se ha conducido por pura voluntad.





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